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Registros femeninos de propiedad intelectual en Chile (1886-1925)

Solapas secundarias

Incorporación de las mujeres chilenas a la educación


Para elevar el nivel cultural de la población y prepararla para ejercer la ciudadanía, la naciente República impulsó la educación y le asignó a la mujer el rol de maestra, abriéndole al mismo tiempo las puertas para que ella misma ingresara a la escuela.

En 1812 sólo una parte de las mujeres de elite accedía a estudios formales, de hecho el censo realizado ese año estableció que alrededor del 10% de las mujeres sabía leer y el 8% sabía escribir (Eltit, 1994: 19). Aun así, durante la primera mitad del siglo XIX los colegios particulares de niñas siguieron siendo su principal fuente de instrucción.

El gobierno de Manuel Montt enfatizó las políticas educacionales con la creación de la Escuela Normal de Preceptoras en 1854 y la dictación de la Ley General de Instrucción Primaria en 1860, que dejó esta enseñanza bajo la dirección del Estado, con carácter gratuito y para ambos sexos.

La inclusión de las mujeres en el campo educativo y la esfera pública estuvo limitada por la orientación del currículum educativo que se impartía tanto a las mujeres de elite como a las de estratos populares, ya que éste enfatizaba una educación moral y no el desarrollo intelectual.

Este programa de enseñanza estaba dirigido hacia el aprendizaje de las labores "propias de su sexo", que incluían actividades manuales, expresión musical y administración doméstica. Su función social era reconocida en la medida en que se educaran para ser buenas madres y esposas diligentes.

El acceso de las mujeres a la educación superior se abrió en 1877 con la promulgación del llamado decreto Amunátegui, que hizo válidos los exámenes de los colegios particulares de niñas. Cuatro años más tarde el Estado asumió la obligación de facilitar la instrucción y la capacidad femenina a través de la fundación de liceos para mujeres.

En 1881, estas reformas dieron su fruto: Eloísa Díaz y Ernestina Pérez, se convirtieron en las primeras chilenas en obtener el grado de Bachiller en Filosofía y Humanidades.

Su rol tradicional de madre y esposa, determinó que las primeras profesiones de las mujeres se relacionaran con el cuidado del otro. Las profesiones más demandadas fueron:

  • Pedagogía.
  • Medicina.
  • Puericultura.
  • Obstetricia.
  • Enfermería.
  • Abogacía.

Se les denominó carreras "femeninas", pues estaban compuestas por mujeres que tenían una marcada vocación asistencial.

Pese a estas limitaciones, la instrucción femenina incrementó su capacidad reflexiva y crítica, y las mujeres se incorporaron en ámbitos antes negados para ellas. Ello fue especialmente visible en las áreas artística y cultural, donde surgieron escritoras, pintoras, músicas y productoras artísticas.

Desde inicios del siglo XX, otras mujeres irán mucho más allá adentrándose en la política y las reivindicaciones por sus derechos ciudadanos.

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